
Hace mucho tiempo, el suficiente, para que incluso la gente más vieja de la campiña no lo recuerde, existió un pueblo perdido entre viñedos, trigales y naranjos en flor.
De su nombre, se ha perdido toda noticia alguna, de su gente, no se cuentan más que leyendas que rozan lo fantasmagórico y de su historia como pueblo, no se piensa más que con nostalgia lejana y añosa.
Ya pocos saben quién vivió ahí, de como eran sus vidas cotidianas entre sol y sol, de sus pasiones y esperanzas, de sus miedos y enseñanzas, pero si de ellos aun se cuenta entre fogatas y reuniones perdidas de un sueño que algunas vez tuvieron.
Cuenta las leyendas añejas de los ancianos que un día el pueblo decidió ser el centro del mundo (ni más ni menos) y para ello su alcalde hizo reunir a toda la gente para preguntar y exigir opiniones de que hacer para cumplir con su meta tan ambiciosa.
Los agricultores y campesinos sugirieron crear el mejor Trigo del mundo, de gavillas de oro y sabor casi celestial, que junto a los molineros del pueblo realizarían la más perfecta de todas las harinas, blanca como la nieve, para terminar llevándola a los más reputados panaderos, el principal ingrediente que realizase el más fascinante y famoso Pan.
Por otra parte, el Padre de la Capilla, junto a los fieles de ésta, propusieron construir mancomunadamente una gran Iglesia, tan grande y más como la catedral de la nación, cuyas puntas se encaramasen hasta el cielo, las cuales fuesen vista desde el mar por los marinos y entre la cordillera, por los arrieros que asomaran su vista en busca de Dios.
Aun así hubo otras propuestas tan interesantes como las anteriores, Las mujeres del pueblo y los niños propusieron crear una biblioteca gigante de color azul, cuyos libros recogieran todo el saber de la humanidad y homologase la hazaña a la recordada biblioteca de Alejandría, justificaban su plan como un aporte a la cultura y al progreso.
Pero el ermitaño del pueblo, un viejo, aun más viejo que el pueblo mismo, cuya casa no era más que una cueva y por bienes tenia un violín. No quiso quedar fuera, Expuso también su idea, a ver se animaba a hacerla.
El propuso que la mejor forma de llamar la atención del mundo y transformarse en su “ombligo”, era crear a través del esfuerzo de todos una gran e inmensa campana de ricas melodías y de resonancia mundial, cuyo fin fuese despertar al mundo a nuevos tiempos, cuando las desesperanzas y el dolor enlodaran su corazón.
El pueblo creyó en el proyecto y acepto llevar a cabo esta misión, Sin embargo, después vinieron ciertos problemas, pues el ermitaño, viejo, cansado y ya enfermo, que quizás era el único que sabia de campanas, no pudo participar en la concreción de tan alta tarea.
No existió así un camino para crearla, no hubo un método que guiase al pueblo a su buen fin, incluso para forjar y moldear su metal, Así los agricultores y campesinos desorbitados se preguntaban que debían saber ellos de campanas si su vida era el trigal, por otra parte las mujeres y los niños sabían algo de música, pero por libros y nunca por pasión.
Así los años trascurrieron, y el sueño de una campana que alertara al mundo nunca llego, el pueblo sumido en su angustia lentamente desapareció.
De su nombre, se ha perdido toda noticia alguna, de su gente, no se cuentan más que leyendas que rozan lo fantasmagórico y de su historia como pueblo, no se piensa más que con nostalgia lejana y añosa.
Ya pocos saben quién vivió ahí, de como eran sus vidas cotidianas entre sol y sol, de sus pasiones y esperanzas, de sus miedos y enseñanzas, pero si de ellos aun se cuenta entre fogatas y reuniones perdidas de un sueño que algunas vez tuvieron.
Cuenta las leyendas añejas de los ancianos que un día el pueblo decidió ser el centro del mundo (ni más ni menos) y para ello su alcalde hizo reunir a toda la gente para preguntar y exigir opiniones de que hacer para cumplir con su meta tan ambiciosa.
Los agricultores y campesinos sugirieron crear el mejor Trigo del mundo, de gavillas de oro y sabor casi celestial, que junto a los molineros del pueblo realizarían la más perfecta de todas las harinas, blanca como la nieve, para terminar llevándola a los más reputados panaderos, el principal ingrediente que realizase el más fascinante y famoso Pan.
Por otra parte, el Padre de la Capilla, junto a los fieles de ésta, propusieron construir mancomunadamente una gran Iglesia, tan grande y más como la catedral de la nación, cuyas puntas se encaramasen hasta el cielo, las cuales fuesen vista desde el mar por los marinos y entre la cordillera, por los arrieros que asomaran su vista en busca de Dios.
Aun así hubo otras propuestas tan interesantes como las anteriores, Las mujeres del pueblo y los niños propusieron crear una biblioteca gigante de color azul, cuyos libros recogieran todo el saber de la humanidad y homologase la hazaña a la recordada biblioteca de Alejandría, justificaban su plan como un aporte a la cultura y al progreso.
Pero el ermitaño del pueblo, un viejo, aun más viejo que el pueblo mismo, cuya casa no era más que una cueva y por bienes tenia un violín. No quiso quedar fuera, Expuso también su idea, a ver se animaba a hacerla.
El propuso que la mejor forma de llamar la atención del mundo y transformarse en su “ombligo”, era crear a través del esfuerzo de todos una gran e inmensa campana de ricas melodías y de resonancia mundial, cuyo fin fuese despertar al mundo a nuevos tiempos, cuando las desesperanzas y el dolor enlodaran su corazón.
El pueblo creyó en el proyecto y acepto llevar a cabo esta misión, Sin embargo, después vinieron ciertos problemas, pues el ermitaño, viejo, cansado y ya enfermo, que quizás era el único que sabia de campanas, no pudo participar en la concreción de tan alta tarea.
No existió así un camino para crearla, no hubo un método que guiase al pueblo a su buen fin, incluso para forjar y moldear su metal, Así los agricultores y campesinos desorbitados se preguntaban que debían saber ellos de campanas si su vida era el trigal, por otra parte las mujeres y los niños sabían algo de música, pero por libros y nunca por pasión.
Así los años trascurrieron, y el sueño de una campana que alertara al mundo nunca llego, el pueblo sumido en su angustia lentamente desapareció.